martes, 9 de diciembre de 2014

El hermano menor 2/3 (Richard)

La mañana había llega tan pronto como su semen a la orilla de sus sabanas. Richard tenía el miembro semidormido y la mano derecha cansada, toda la noche no pudo pegar los ojos pensando en aquella figura que tanto lo excitaba. –Esto acabará conmigo- dijo mientras se sacudía la pereza de encima.
La mañana transcurrió rápidamente mientras divagaba por su mente, pensaba en las veces que aquel cuerpo escuálido y tierno le brindaba placer, un placer muy distinto al que una mujer puede provocar a un hombre, era un tipo de placer que al inicio le causaba miedo, pero cada vez que lo practicaba, le gustaba más, al punto que estaba dispuesto a todo para no dejarlo.

Entro tranquilamente al salón de clases, todo estaba como siempre. El gran dibujo de Bob Esponja adornaba el fondo del salón, más a la derecha se encontraba El Pato Donald con su pelicular cola que le hace ver un enorme trasero, a su izquierda el dibujo más extraño que había visto jamás, un obeso y sonrosado ser deforme, con calzones de color verde limón, unas extrañas flores en su vestimenta, la figura se le distorsionaba aún más con la cara de idiota que tenía y la falta de nariz lo hacía ver más estúpido aun, luego recordó que dicho ser obeso era el mejor amigo de la tonta esponja que se burlaba de él desde el fondo del salón.

El día de impartir clases acabo rápidamente gracias a que un tipo entro a robarse a un par de niños delante de los ojos de las tontas maestras de pre-kinder, dio gracias a Dios por ello.
¿Qué haces tan solo? Pregunto Esmeralda –quien era confidente de Richard y profesora de lenguaje- ¿A caso piensas otra vez en lo mismo de siempre? Richard se limitó a mirarla y a asentir. Dime algo Richard –dijo Esmeralda mientras se sentaba a su lado- ¿Aún sigues saliendo con él?

Mierda –dijo Richard para sus adentros- No, bueno si, pero a la vez no, todo es bien difícil –respondió quedamente-

Qué diablos contigo, yo deseando que me hagas el amor a mí y tú perdiendo tu tiempo. Qué clase de hombre eres.

Solía serlo, ahora simplemente soy un maldito monstruo. Un monstruo que disfruta lo que hace, nada más. Lárgate mejor, no quiero saber de ti. Richard tenía los ojos rojos de ira, no permitiría que ella lo apartara de su fuente de placer.

Ella se limitó a verlo y, cuando se disponía a hablar. –Ring, ring, ring- el teléfono de Richard estaba sonando.

Una vocecilla tímida hablo por el otro lado del auricular.

Hola –dijo la vocecilla-

Qué diablos, no te he visto en todo el día –Richard sentía que la sangre se le agolpaba en la cabeza-

Descuida, he estado preparándote la sorpresa. –La voz pasó de ser tímida a un extraño sonido diabólico-

Perfecto dijo Richard –con el corazón cerca de salírsele de la boca- pasaré a bañarme a mi casa, en una hora estaré por allí.

No, no, no. Nada de eso. Báñate en mi casa, apresúrate que mis padres no tardan en venir.

Richard volvió la vista hacia donde había dejado a Esmeralda, la miro unos segundos y luego partió rápidamente al lugar donde su sorpresa lo esperaba, o al menos, eso creía la voz tímida. Tenía otros planes. Corrió.

El agua caliente le termino le limpiar la pasta blancuzca que tenía alrededor de su miembro, huele mal. –Es ahora o nunca- dijo Richard con determinación. Salió del baño desnudo, tenía los brazos como arboles jóvenes, sus glúteos eran duros y abultados, mientras caminaba su pesado miembro se movía de un lado al otro, lento y solemne. Observo fijamente a la extraña mujer que estaba sobre un pentagrama, negro y oscuro. Sintió como su verga se ponía cada vez más dura, la mujer lo observo horrorizada y él se acaricio su verga, acto seguido se la ofreció a su dama.

-Hijo de puta- dijo la vocecilla a su espalda. –Deja que yo de los honores- la misma vocecilla que le había llamado

-Como se te ocurre, ese honor me corresponde a mí por derecho- Gruño rabioso.

-En ese caso, yo le doy por delante y tú por atrás, esta maldita pronto volverá de la otra vida- añadió la vocecilla a su espalda.

-Apresúrate crío mal nacido, aun me pregunto cómo puedes pensar de esa manera con tus ocho años de edad…
El niño camino acercándose a la mujer vestida de bodas, adornada con una corona de cristal que despedía mil todo de rojos diferentes. Avanzo a ella.

Eso –se dijo Richard para sus adentros, sigue caminando que los planes están a punto de cambiar- De pronto una sonrisa diabólica y morbosa se le dibujo en los labios.


Habían llegado la hora, la hora sus sueños…